Clásica 2

Revista de Ópera y Música Clásica

III Concurso de Relatos Cortos de Clasica2: El pie y la mano de Rafaela

Fecha de publicación: 25 de enero de 2012

Nos complace publicar un nuevo artículo para nuestro III Concurso de Relatos Cortos. Su título: "El pie y la mano de Rafaela" y es su autor Tocarruncho .Desde aquí os invitamos a todos los amigos y lectores de clasica2 a que participéis.Las bases del concurso las tenéis en este enlace CONCURSO DE RELATOS CORTOS

Eros y Psique

 

EL PIE Y LA MANO DE RAFAELA

En su lecho de moribundo le renovamos a Milcíades la promesa de que, cuando llegara su hora postrera, para equilibrar cargas y ganarse la estimación de los jueces de allá arriba, mientras sus familiares velaran su cuerpo al son de las homilías de difuntos nosotros haríamos lo propio con su alma, en mi casa, al arrullo de las Metamorfosis Sinfónicas Sobre Temas de Carl María von Weber, de Paul Hindemith y la Gran Sinfonía No. 1 en Sol Mayor, de César Franck. Y a fe que no escurrimos el bulto.
 
El día señalado, a despecho de las imprecaciones de la viuda, finiquitados los trámites legales Armando, Pepa y yo nos retiramos de la morgue a celebrar nuestra velada musical. 
 
En esas estábamos, escuchando el primer movimiento de las Metamorfosis, cuando, atraída por la música, aterrizó en casa un ángel que dijo conocer al finado y llamarse Rafaela. Sin perder tiempo ni pedir permiso, por mor de su belleza y algún derecho ignorado por nosotros se sentó entre Pepa y yo a disfrutar del concierto con fruición.
 
Corría tempestuoso el segundo movimiento cuando mi pie derecho tropezó con el pie izquierdo del espíritu celeste. Luego, no sé cómo, siguiendo ambos su propia partitura, se despojaron de zapato,  media y timidez e intercambiaros besos, caricias y sudores.
 
Callaron Hindemith y Franck y tuve a bien abrir los ojos justo un segundo antes de que lo hicieran Pepa y Rafaela. Entonces, ¡atiza!, vi los dedos remolones de la mano derecha de ésta haciéndoles el amor a los izquierdos de aquélla con mayor furor que el empleado por sus hermanos de allá abajo.
 
«Lo siento, chico. Las manos ganaron la batalla», me encajó la ingrata y sin más ni más se metió a retozar con Pepa, en mi propia cama.
 
Tocarruncho
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